viernes, 14 de marzo de 2008
A raíz de la sinopsis de una película realizada por el Dr. Tranca, llamada "Sojización, o Soja Mortal", quiero hacer algunos agregados al guión, que estoy seguro serán positivos.
La verdad es que se trata de una linda historia, aunque la ficción está un poco forzada en ese tema de "los silos donde se encontraba almacenada la reserva anual de milanesas de soja", porque como ya se dijo, los silos pertenecen a los acopiadores y no a los sojarianos. Y ahora lo sabemos, son enemigos mortales.
Salvo... que los sojarianos hayan dominado a los acopiadores, lo cual también suena a fantasía, porque hace 120 años que lo intentan y no lo han logrado (aún antes de que la soja fuera creada accidentalmente por el Dr. Fleming, que luego de descubrir la penicilina, volvió a dejar otro frasco sin lavar en la pileta).
Pero bueno, es una licencia poética.
Lo que no nombra el guión, -y me parece que es fundamental para comprender porqué ganaron los sojarianos- es el apoyo que recibieron de esa raza del inframundo, esos seres que están siempre entre nosotros, tratando de convencernos con sus graciosos argumentos, y que ya han envuelto en su telaraña a más de uno: los vegetarianos.
Creo que sin estos agentes del mal, difícil hubiera sido la conquista del país por los sojarianos. Sin embargo, ellos están ahí.
No los vemos, no hacen grandes manifestaciones, no aparecen desnudos pintados de verde, no cortan las calles al grito de "abajo el ácido úrico, viva la proteína vegetal"...
No. Lo suyo es más sutil, y por lo tanto, más letal. Nos envuelven con sus cantos de sirena al son de "los vegetales son más sanos", "las vacas son nuestras hermanas", (bueno, a veces sí) o "cómo podés comerte a un organismo viviente, que es un animal, igual que vos", los cual nos tienta a bajarles un par de dientes y hacérselos tragar, para que vean lo que es comer partes de animales.
Disculpen la agresividad, pero me parece que el asado que ingerí hoy, tenía muchos anabólicos.
Bueno, creo que con estos retoquecitos, la historia quedaría redondita-redondita, como un porotito.
De soja, por supuesto.