La práctica sexual local está ampliamente consensuada a fuerza de repetición, tras repetición, tras repetición. Sin la tediosa tarea de diseñar un plan común de encuentro de cuerpos, todos creamos este particular estilo de satisfacción del hambre sexual que parece abundar en nuestra noche porteña
Así, la vida útil de los encuentros amorosos de viernes y sábado por la noche es comparable a la duración de un partido de tenis, a la de una película o a cualquier pila alcalina. Y esta última comparación me cuesta escribirla, porque me parece tan acertada como decepcionante… porque el encuentro sexual local promedio vence finalizada la primera o segunda descarga física o líquida, dependiendo de cuanto ego masculino deba ser satisfecho en esa ocasión y de cuanto ella esté dispuesta a entregar esa noche.
Pero además de esta cualidad, la práctica sexual posee otra un tanto digestiva. En las últimas semanas, una amiga mía sintió, después de un acto sexual amoroso, tanta satisfacción como si se hubiese comido un alfajor riquísimo; un productor de TV se devoró un bombón-caramelo absolutamente deseable y un personal trainner hubiera cambiado una de las modelos más deseadas del mundillo top que descansaba desnuda sobre su cama en ese momento por un big–mac aunque sea sin papas fritas.
Como primera conclusión, observamos que la cultura light no ha aniquilado del todo nuestro gusto por las comidas calóricas. Como segunda, debo confesar que esta terminología no es muy de mi agrado. A estas alturas de los adjetivos calificativos prefiero los términos que curiosamente antes me desagradaban, como por ejemplo el de "yegua" –ahora caramelo, bombón, carozo- porque mal que mal es un animal con sentimientos, que tiene la cualidad que le ha dado la madre naturaleza en su condición femenina y, sobre todo, posee cierta capacidad para aplicar su rebeldía si la necesitase.
En cuanto a los caramelos, podemos preguntarnos: ¿cuánto puede perdurar en nuestra satisfacción el consumo de uno? Se pela, se chupa y listo. Entonces ahí vamos o ahí van en la búsqueda de otro. Que alguien me explique por qué la periodicidad del acto sexual debe ser siempre con una distinta. ¿Por qué en la desmedida, discontinua y fraccionada variedad está el gusto o aparenta estarlo?
Ahora sí, en la adquisición de caramelos y bombones tenemos a nuestros "catadores" en acción. Ellos deambulan con copas en el alma en busca de un nuevo "testeo" de producto. Claro que el privilegio físico y "voluminoso" de este caramelo/producto puede significar un mayor esfuerzo a disponer. De todas formas, no hay tiempo que perder, su trabajo tiene que ser rápido y efectivo porque hay pocos envases codiciados por sus talentos y muchos catadores con quien competir que no miden esfuerzo, ni amistad, ni relación cercana a la hora de satisfacer su hambre… su hambre sexual.
¿Por qué tanta? ¿Por qué ese bendito deseo sexual debe satisfacerse o desperdiciarse en ese mismísimo momento y no después? ¿Por qué no importa si el caramelo fue catado por el cazador que está su lado la semana anterior? ¿Por qué luego de satisfacerse el catador necesita imperiosamente el silencio femenino y huir sin dejar rastro alguno?
Anuncio firme que no adhiero a esta convención práctica, ni quiero ser caramelo ni bombón. Levanto la mano y renuncio. Cuelgo la bandera blanca en el balcón de mi piso décimo y me planto con 16 puntos en el black-jack. Que ellos se busquen otro rico caramelo…
Realmente un post sin sentido, surgido de lo más profundo de un resentimiento.