jueves, 27 de diciembre de 2007

Sexo, política y religión.

Dice Podeti: "Me parece indignante que ¡MACRI! muestre su primer gran hilacha, qué digo la hilacha, el cable de acero de veinte centímetros de espesor para construir puentes colgantes, justo en medio del fin de semana largo. Ahora la noticia ya está medio viejarda; imaginen la cantidad de notículas sobre el “apartheid” porteño – con separación de bares y baños para “porteños” y “gronchos de la provincia”, y prioridad de asiento para porteños en colectivos inclusive- habría escrito (ahora, probablemente la mitad de la blogósfera tenga reflexiones de este estilo). ¿Y las topadoras contra la Villa 31 cuándo las va a mandar, el 31 a la tardecita (en homenaje al nombre de la villa)? En fin, no sólo empezó a hecer cagadas (¿cuánto pasó? ¿medio mes?) sino que las hace a deshoras. Esto va a ser duro".
Veo que de los viejos tabúes, van quedando pocos, pero buenos. Mi mamá siempre decía (disculpen el trato familiar, pero yo llamaba así a mi madre: "mamá"): "Nene, cuando estés en reuniones con gente desconocida, NUNCA hables de sexo, política o religión. Vas a terminar peleado".
Bueno, la sociedad ha cambiado algo, y parece que la religión (o su ausencia) es un tema de conciencia individual, y cualquiera puede decir en medio de una fiesta "yo soy brahmanista panteísta" e imbuído en el espíritu ecuménico de la época, a nadie se le moverá un pelo. De hecho, hasta capaz que nos vuelven a invitar.
Con el sexo pasa algo similar. La orientación sexual, por ejemplo, es una elección personal, y así se encargan de recordarnoslo las comedias televisivas estadounidenses, donde en cada una de ellas el protagonista, o por lo menos un personaje principal, es gay. Tal como en los años '60 el reparto debía ser multirracial, y en los '70 debía incluir una mujer como figura de poder, y tratar temáticas feministas.
Ha cambiado también la percepción de otros aspectos de la sexualidad, y hoy en día el sexo "recreativo" (es decir, sin finalidad reproductiva) es aceptado ampliamente por la sociedad, aún fuera de las estructuras formales como el matrimonio.
En definitiva, hoy podemos charlar con cualquier desconocido sobre sexo y religión e independientemente de que no nos pongamos de acuerdo, es muy difícil que lleguemos a situaciones extremas de insultos, descalificaciones, y golpizas. Cuando mucho, alguno se sumirá en un profundo silencio, mirando para otro lado, mientras piensa: "este es un pelotudo, pero no me voy a gastar en discutir".
Sin embargo, en política no sucede lo mismo.
Basta que un tema tenga connotaciones políticas para que se armen tantos bandos como participantes del debate. Y no se pueden callar.
La más mínima diferencia, la sutileza más pequeña, hasta una coma mal puesta, genera incontables respuestas y contrarrespuestas; aclaraciones que oscurecen, y si es posible, pasada de facturas de sucesos acaecidos hace 20 años.
Y ojo, que no estoy hablando de aquellos ámbitos donde la discusión política es útil y necesaria. No. La veo en la cola para pagar impuestos, en la peluquería, y en todo lugar donde se juntan más de tres personas.
Por eso, yo siempre les digo a los que quieren escucharme: "Si tenés ganas de pelearte, hacé un comentario de política. No importa si es de derecha, centro o izquierda. Siempre vas a encontrar a alguien que no esté de acuerdo con lo que decís, y va a tratar de corregirte, acotarte u oponerse a lo que opinás".
Por último: he logrado encontrar temas que aúnan política y religión; política y sexo; religión y sexo. Pero hasta ahora no encuentro un tema de discusión único que abarque a los tres tabúes. ¿Sugerencias?