lunes, 8 de octubre de 2007

Sirenas

En 1842, un caballero inglés conocido como el Dr. J. Griffin, del Museo de Historia Natural de Inglaterra, llegó a Nueva York con un extraño descubrimiento: el cuerpo de una sirena (mujer-pez) capturado cerca de unas islas del Pacífico Sur, en ese entonces conocidas como Feejee.
La prensa lo estaba esperando, pues habían recibido a través de corresponsales noticias del Dr. y su sirena.
En principio, el Dr. estaba renuente a mostrar su descubrimiento, pero al final accedió a que fuera visto por representantes de cada uno de los principales periódicos del país. Todos aseguraron la veracidad de lo que habían visto.
Inmediatamente, el empresario P.T. Barnum visitó todas las redacciones de los periódicos para contar que él había tentado al Dr. Griffin para que presentara la sirena en su museo. También aprovechó para dejar imágenes de una talla en madera que representaba a una sirena, con abundantes pechos (me refiero a tamaño, no a cantidad) y cola de pez. También distribuyó en la ciudad miles de panfletos contando la historia del descubrimiento, adornados por imágenes de apetitosas sirenitas desnudas.
Ante la presión de la opinión pública, el Dr. Griffin accedió a mostrar a su sirena en los salones de un hotel, mientras daba curiosas conferencias acerca de su versión de la historia natural: según sus estudios, en el mar se reproducían todos los animales que había en la tierra: pez-león, pez-perro, pez-canario, etc.
El cuerpo de la sirena distaba mucho de ser lo que se esperaba. Era un esperpento horrible, disecado, con cola de pez y un rostro con expresión de haber muerto tras los mayores dolores.
Al cabo de una semana, el Dr. Griffin aceptó que la muestra se trasladara al museo de Barnum, que contaba con mayores facilidades para recibir a la gran cantidad de visitantes que acudían diariamente.
La presentación fue todo un éxito. Años después de su inauguración, la gente concurría a ver este espectáculo, además de a siameses, mujeres barbudas y fetos en frascos.
Todo se aclaró con la aparición de la autobiografía de Barnum.
La "sirena" le había sido vendida por un marinero, quien la trajo de Japón. Se trataba de la unión de un mono y un pez, luego disecados, que elaboraban los pescadores japoneses por motivos religiosos.
Por supuesto, el Dr. Griffin no era tal, sinó Levi Lyman, cómplice de Barnum. Ellos habían arreglado enviarse correspondencia falsa a través del corresponsal de un periódico, que difundió la primicia de la existencia de la sirena.
Según los historiadores, la "sirena de Feejee" desapareció con el incendio del Museo Barnum en 1.865.
Cuento esta historia en beneficio de aquellos que dudan de la existencia (o no) de las sirenas. Tal vez este texto les haga meditar y tomar una posición al respecto.